“Sin un marco normativo, la inversión en I+D puede estar condenada al fracaso”

Mon, 19/03/2018

Ricardo Díaz, durante su intervención (Redacción e imagen: Marta Peiro)

Conferencia del catedrático de la UDIMA Ricardo Díaz en la UCM

Las nuevas tecnologías permiten agilizar y aumentar la eficacia de todos los sectores productivos. Estas máquinas creadas por el hombre han modernizado las empresas españolas y se han convertido en clave para su competitividad en los mercados nacionales e internacionales. Los empresarios, a pesar de ser conscientes de que estos nuevos recursos les brindan la oportunidad de producir a gran escala, deben concienciarse acerca de la importancia de llevar a cabo negocios sostenibles y emplear dichas tecnologías para crear productos que, además de funcionales, respeten el medio ambiente, en una sociedad cada vez más preocupada por el cuidado del planeta.

Bajo este planteamiento realizó Ricardo Díaz su conferencia sobre los “Avances del I+D en la protección del medioambiente”. El catedrático de Ingeniería Química y Materiales y profesor de la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA) dejó un claro mensaje a los asistentes a su charla tras dos horas compartiendo y debatiendo ideas: “Sin un marco normativo, la inversión en I+D puede estar condenada al fracaso”.

Díaz comenzó su intervención explicando la diferencia clave entre la investigación básica y la aplicada. Según dijo, “la investigación básica da un conocimiento y la aplicada trabaja para lograr una solución tecnológica a un problema existente en base al conocimiento básico inicial. Busca una patente, reservar el derecho de ese conocimiento para aplicarlo a quien ha invertido en él”. Las empresas españolas, argumentó, invierten fundamentalmente en investigación aplicada porque “da retorno”, mientras que la investigación básica es financiada en su mayoría por el Estado.

El profesor de la UDIMA admitió que “en España se valora más la investigación básica, proyectos públicos competitivos, por encima de proyectos de financiación empresarial con aplicación directa”, pero destacó que “se produce mucha y muy buena investigación aplicada”, y pidió que se incentive. Según recalcó, “tenemos muy buena base y muy buenos científicos. Nuestros autores son citados por otros, tenemos mucho talento, pero muy desaprovechado”. Concretamente, especificó, “la producción científica española se cita un 25% más que la media mundial”.

A su juicio, nuestro país debería fomentar más el talento que poseen los estudiantes universitarios en pro de la innovación. Ésta, afirmó, “introduce mejoras significativas en procesos, productos, métodos, servicios, y requiere de la intervención de diferentes áreas de conocimiento”. En concreto, Díaz pidió la involucración empresarial a la Investigación y Desarrollo (I+D) para “convertir ésta en bienestar social y retorno de los impuestos”.

Además del “bajísimo retorno” que obtienen las empresas por invertir en investigación básica, éstas “tienen una fuerte desconfianza hacia la universidad”, a la vez que la universidad “tiene una incomprensión absoluta sobre la realidad empresarial”, dijo Díaz. Según el experto en Ingeniería Química y Materiales, “son universos totalmente distintos”. La mayor diferencia entre ellos en términos de inversión radica en la urgencia con la que las empresas necesitan tener resultados.

A pesar de ello, es importante investigar sobre la aplicación de I+D al Medio Ambiente ya que “es el intento por alcanzar el desarrollo sostenible”, basado en que sociedad, economía y protección al Medio Ambiente guarden un equilibrio, según Díaz. Así, para innovar “de forma equilibrada” es necesario que haya competitividad y responsabilidad de cara a energía, agua, residuos y emisiones. Además, el experto aconsejó “tratar en origen porque los procesos industriales funcionan de manera más eficiente cuanto más pura es la alimentación que entra en el proceso”.

La energía, desarrolló el profesor, se obtiene por reacciones de combustión, quemas que producen gases de efecto invernadero perjudiciales para la salud. Por este carácter nocivo, Díaz reivindicó el desarrollo de “otras soluciones para la energía en la tecnología”. Estas pasan por la producción de biomasa y biocombustibles, biodiversidad, opciones renovables.

Aunque actualmente, según Díaz, hay modos naturales que evitan la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera, como el fitopláncton y las barreras de coral de los océanos y los bosques, el hombre ha desarrollado tecnologías que “intentan emular los procesos naturales de fijación de dióxido de carbono atmosférico a la tierra”, explicó. “Algunas empresas desarrollan sistemas en los que captan el dióxido de carbono desde donde tiene mayor potencia y lo inyectan a alta presión en los sumideros de petróleo para desplazarlo”, dijo el profesor, que admitió no ser partidario de esta opción porque “el petróleo es una excepcional materia prima”. Se ha creado, además, la captura con aminas que absorben el contaminante.

Además de estas tecnologías, Díaz expresó la necesidad de crear “sistemas de almacenamiento que hagan que las energías renovables sean competitivas” para lograr la eficiencia energética. El hándicap de la producción por fuentes renovables se encuentra en que “no están disponibles cuando se necesitan, no se crea la demanda”, explicó.

En cuanto a los residuos, el experto en Ingeniería Química y Materiales alertó de la necesidad de establecer “un cambio de paradigma sobre lo que se entiende por residuo”. Así, dijo, “todo objeto material será un residuo en algún momento”. Este nuevo paradigma, comentó, requiere de una estrategia particular de análisis para cada residuo.

El objetivo de la investigación en I+D en este terreno es la minimización de materiales en origen, que “genera eficiencia ambiental y económica”. A pesar de ello, Díaz defendió que los residuos “son una oportunidad económica y de empleo, además de una fuente de materia prima próxima, de fácil acceso y bajo coste”.

El profesor ilustró a los asistentes a la charla comentando un caso de éxito: la investigación en polifenoles. Se trata, desarrolló, de compuestos bioactivos que se encuentran en la parte exterior de vegetales y frutas cuyo papel protector evita el estrés oxidativo. Aunque se pueden obtener de forma industrial, por síntesis química y biogénica, lo cual resulta caro, se encuentran en vegetales, frutas y residuos de la industria alimentaria, como la cerveza. Las propiedades de estos compuestos se descubrieron de una forma que resultó sorprendente a los oyentes: el vino, que posee una alta cantidad de polifenoles, hacía que los franceses, aunque consumieran muchas grasas, tuvieran una menor tasa de mortalidad que el resto de europeos.

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Ricardo Díaz, durante su intervención (Redacción e imagen: Marta Peiro) Ricardo Díaz, acompañado de Antonio Carmona, a la izquierda de la imagen