Palabras don Luis Enrique de la Villa Gil en la inauguración del Edificio Cero de la UDIMA

Mon, 17/03/2008

PALABRAS DEL RECTOR, PROFESOR DOCTOR DON LUIS ENRIQUE DE LA VILLA GIL, CATEDRÁTICO EMÉRITO DE DERECHO DEL TRABAJO Y SEGURIDAD SOCIAL, EN LA INAUGURACIÓN DEL EDIFICIO CERO DE LA UNIVERSIDAD A DISTANCIA DE MADRID, EL 29 DE FEBRERO DE 2008

Don Luis Enrique de la Villa Gil, Rector de la UDIMA junto a José Pablo González, Alcalde de Collado Villalba (derecha) y a Roque de las Heras, Consejero Delegado(izquierda)
Don Luis Enrique de la Villa Gil,
Rector de la UDIMA junto a
José Pablo González,
Alcalde de Collado Villalba (derecha)
y a Roque de las Heras,
Consejero Delegado (izquierda)

Excelentísimos Señor Alcalde Presidente del Ayuntamiento de Collado-Villalba, Señor Presidente del Consejo de Administración de UDIMA, Señores Consejeros, Señoras y Señores:

Un día gozoso, en verdad, en la tierra ondulada del collado de la sierra de Guadarrama, en esta Villa Alba, bautizada así por los romanos va para 23 siglos, por el color de sus célebres granitos y convertida ahora en cabeza comercial de la comarca y en esplendorosa urbe de población ascendente. Aquí nació, en 1956, el poeta Javier Peñas Navarro, quien a sus 27 años ganó el codiciado premio Adonais con su poemario Adjetivos sin agua, adjetivos con agua, enfrentando la tristeza a la alegría, una secuencia natural en la vida de los hombres, y en cuyas páginas reconoce “habérsele puesto la mirada de fragancia”. Fragancia es una palabra bifocal, que tanto significa olor delicioso, ese que desprenden los recién nacidos, sean personas físicas o institucionales, cuanto buen nombre o fama de las virtudes de alguien, inyectadas que han sido en los genes de la UDIMA. Genes, esas piezas del rompecabezas biológico, que tenemos que armar cuidadosa y coherentemente a partir de ahora, dicho sea en este día de más que nos obsequia 2008 para celebrar un acto tan significativo.

Ilusionada y consciente de su responsabilidad, una Universidad ésta que, cual las piedras del lugar, y los Cantos Altos de su Campus, es símbolo del ser, de la cohesión y de la conformidad consigo misma, de la unidad y de la fuerza. Ocupo aquí, en este primer pequeño edificio de la UDIMA, un despacho acristalado porque espero que el cristal me contagie su asombrosa propiedad de ver a través de la propia materia para dirigir con rigor y acierto las enseñanzas universitarias, apoyado en el equipo rectoral que ya ha empezado a formarse con el nombramiento del Secretario General, Eugenio Lanzadera, un hombre imprescindible para llegar a donde nos encontramos. La UDIMA se estrena ahora con las seis titulaciones de Derecho, Economía, Administración y Dirección de Empresas, Psicología, Turismo y Ciencias del Trabajo y Recursos Humanos, ampliadas enseguida a las titulaciones de Historia, Periodismo e Ingeniería Informática y, con el tiempo, a cuantas otras sean socialmente demandadas.

A lo que se sumarán de inmediato los variadísimos estudios de postgrado, bajo el modelo de los masters que la escuela de negocios promotora de la UDIMA, el Centro de Estudios Financieros, ha hecho famosos en toda España, alcanzando la excelencia en el barómetro de la calidad, bajo la batuta del empresario de raza que es Roque de las Heras. Y, naturalmente, la UDIMA prestará a los estudios de doctorado y a la investigación de las Técnicas de Información y Comunicación, en particular, una atención destacada, para que, mañana, ser doctor de la Universidad a Distancia de Madrid, en Collado-Villalba, constituya una tarjeta de presentación doquiera se exhiba. Si vuelvo con los simbolistas al despacho de cristal, es porque éste ha de ser el lugar desde el que el Rector aviste el futuro soñando con la enredadera del tiempo.

He hablado breve y separadamente de esta villa y de esta Universidad y es el momento de conjuntar ambas perspectivas porque la voluntad es hacer que formen lo que mi maestro Pérez Botija denominaba connubio inseparable. Nosotros sabremos dar calor intelectual a una tierra a la que, su altura de más de 900 metros sobre el nivel del mar, sitúa entre las más frías, ofreciendo unos servicios acogedores y provechosos. Decía uno de los hombres más lúcidos de los nacidos en los tres últimos siglos, el premier Winston Churchill, que la gente está siempre dispuesta a aprender, pero no siempre le gusta que le den lecciones. Por eso, a los villalbinos que lo deseen, les ofrecemos la oportunidad de conseguir aquel título de grado, postgrado o doctorado que las circunstancias personales no les han permitido conseguir todavía, integrándoles en esta casa que va a ser la suya. Así corresponderemos a todo lo que hasta ahora han hecho por la UDIMA las autoridades de Collado-Villalba y lo que, seguro estoy, vais a seguir haciendo con el entusiasmo renovado de comprobar que la UDIMA ha pasado en poco tiempo de la idea a la existencia o, en el decir de Lope, de las musas al teatro de la vida.

Pidiendo disculpas anticipadas por si sonara pretencioso, y con estricto afán ejemplificativo, recordemos cómo Alcalá de Henares o Salamanca, Oxford o Cambridge, Bolonia o Heidelberg y tantas y tantas más, son universalmente famosas por la conjunción ciudad-Universidad, de modo que sin sus Universidades las ciudades que las acogen no serían lo que histórica y actualmente son, al igual que las Universidades no habrían alcanzado el prestigio mundial que las identifica sin el cobijo de las gentes, las cosas y las casas de esas tierras. Aspiramos a que el enlace concertado entre la UDIMA y Collado-Villalba nos sobreviva tiempo largo, pues las instituciones, a diferencia de los hombres, sólo mueren cuando la desidia o la rutina les roen los cimientos. La ilusión y la eficacia son los antídotos que siempre han vencido esos peligros y una y otra son ya ricas en el hacer de los directivos de la UDIMA y del municipio de Collado-Villalba. Pero habrán de serlo mucho más cuando los trabajadores docentes y administrativos de la Universidad y los munícipes y fuerzas vivas de la localidad se impliquen en el empeño, para ofrecer a los estudiantes una educación formalmente a distancia, pero materialmente tan próxima como permitan el instrumento de las nuevas tecnologías y la pasión por cumplir una de las más excelsas funciones sociales, la función de educar, para enseñar y para aprender enseñando.

La fascinación, ha escrito Gustavo Martín Garzo, es un pájaro de tres cabezas: la primera nos hace acudir en busca de algo, aunque no sepamos lo que es; la segunda nos lleva a preguntarnos por lo que encontramos; y la tercera nos impulsa a hacernos cargo de ello, como así ha ocurrido. Labor omnia vincit es el lema que la UDIMA ha elegido para presidir esta andadura académica. Porque si el deseo es la inteligencia más poderosa, sólo la compañía del trabajo callado y constante produce las obras memorables.