La Ley para la Reforma Política, a debate en su 40 aniversario

Lun, 28/11/2016

Los profesores de la UDIMA De Diego, Herreros y García subrayan su papel en la Transición  

La Ley para la Reforma Política se redactó desde el Franquismo pero favoreció su desaparición y consecuente transición hacia un régimen democrático, según pusieron de relieve este lunes los profesores de la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA), en el marco de la ponencia ‘La Ley para la Reforma Política en su cuarenta aniversario (la transición jurídica a la democracia)’, que acogió la madrileña sede del Grupo CEF.- UDIMA.

Auspiciado por la Asociación de Antiguos Alumnos (ACEF), bajo la presidencia de Jesús Martínez, en el evento académico reportaron sobre esta relevante iniciativa legislativa los docentes de la UDIMA Juan Manuel Herreros, profesor titular de Derecho Constitucional, Claudio García, abogado y doctor en Derecho, y Álvaro de Diego González, profesor titular de Historia Contemporánea.

Este 18 de noviembre se cumplieron cuarenta años de la aprobación de la Ley para la Reforma Política en las Cortes de Franco. El rango de Ley Fundamental con el que se aprobó la norma fue la clave jurídica para avanzar hacia la democracia sin vulneración del Derecho. El éxito de la Transición se debió, en buena medida, a que se hizo respetando la legalidad vigente en 1975, en una suerte de “ir de la ley a la ley”, en palabras de Herreros, para quien la misma posibilitó “esa transición ordenada y pacífica y que tan buen resultado dio”.

Para los docentes intervinientes, el espíritu de consenso y de interés general que inspiró a quienes ahormaron el proceso constituyente contrasta con la realidad actual, con escasa capacidad de consenso y condicionada por los intereses personales y de partido.

García sostuvo que la de la Reforma Política fue “una norma muy singular, porque garantizó la legalidad vigente”. “No fue”, agregó, “un proceso constituyente de imposición, sino en el que hubo pacto” y, además de todo eso, fue “una norma de corte anglosajón, con pocos preceptos (…), una norma parca, pero fundamental, por la que transitó el proceso constituyente”.

De Diego destacó el “deseo democratizador” que caracterizaba a la mayor parte de la clase política del último franquismo, así como el acertado papel jugado por Torcuato Fernández Miranda, quien propició que “los que estaban en segunda fila pasaran a una primera posición”, de modo que se equilibró la balanza a favor y en contra de una transición, que luego concluyó como ya se conoce.

Un proceso en el que, recordó De Diego, la oposición política al régimen apenas contó: “La oposición antifranquista no suponía una alternativa real al régimen, ya que en los sesenta era muy débil”. Si bien el franquismo no tenía un carácter democrático, más bien era un régimen autoritario”, lo cierto es que la mayoría de los partidos de la oposición “eran formaciones de cuadros con una escasísima militancia”.

Así, en el PSOE de la época los militantes eran “muy pocos”, mientras que el Partido Comunista de España (PCE), que representaba la verdadera oposición a Franco, no era, sin embargo, una formación que hubiera de estimarse netamente democrática, sino más bien de “obediencia internacional”.

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