La primera tesis del programa de Doctorado en Educación y Tecnología del Grupo Educativo ha visto recientemente la luz, tras la defensa de su autora, la doctora Elisa González-Pérez, ante el tribunal. Titulada Estudio sobre el uso inadecuado de la tecnología en adolescentes y su relación con la violencia filio-parental, surge de las "inquietudes prácticas" de la doctora, tras más de una década trabajando con menores involucrados en este tipo de violencia familiar.
Constituyeron el Tribunal Sonia Janeth Romero Martínez, Alfredo Abadías Selma (director de la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-Parental) y María del Sequeros Pedroso Chaparro. Las directoras de tesis, Alba García Barrera e Isabel Martínez Álvarez.
El trabajo de la doctora González-Pérez ha aparecido reseñado en medios como El País y su afán investigador, lejos de apagarse, le ha llevado a desarrollar con sus directoras de tesis una de las líneas futuras de su investigación. Fruto de tres estudios sobre la relación de las TIC y la violencia intrafamiliar, su tesis arroja luz sobre un complejo problema que afrontan miles de hogares dentro y fuera de España: adolescentes que agreden a sus padres.
A raíz de lo que veía en El Laurel (único Centro de Ejecución de Medidas Judiciales de la CAM que interviene con menores por este tipo de violencia), exploró cuánto pesa el mal uso que hacen los adolescentes de la tecnología (principalmente los móviles) en la violencia que pueden ejercer contra sus progenitores.
Primero hizo una revisión sistemática de la literatura científica existente para determinar esa relación entre el uso inadecuado de las TIC y la violencia filio-parental, que es el tipo de violencia doméstica menos estudiada. Después analizó qué herramientas existen para medir y relacionar ambas, para escoger escoger las tres herramientas más adecuadas (en el estudio Escalas para valorar el uso de las TIC y la violencia filio-parental en adolescentes).
Finalmente, elaboró un tercer estudio, pendiente de publicarse en la Revista Española de Investigación Criminológica. En él se aplicaron las escalas seleccionadas a los 53 adolescentes (chicos y chicas) que están cumpliendo una medida judicial en régimen cerrado o semiabierto en el centro El Laurel, que pertenece a la Agencia de la Comunidad de Madrid para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor (ARRMI), y es el único de la Comunidad de Madrid que posee un programa de intervención específico por este tipo de violencia familiar.
También realizó decenas de entrevistas a los familiares víctimas de este tipo de violencia, y por último, se realizaron 53 grupos focales con los profesionales que intervienen con los adolescentes y las familias para triangular los datos recogidos previamente.
Con este último estudio cerró el círculo para determinar, si bien no una relación directa entre mal uso de las TIC y VFP en adolescentes, sí un marcado factor de riesgo en el hecho de no limitar su uso y la aparición de esos comportamientos violentos.
En el primer estudio (Incidencia de la tecnología en la violencia filio-parental: Una revisión sistemática, publicado en la Revista de Psicología Clínica con Niños y Adolescentes) la doctora González-Pérez recogió ya esa "especial vulnerabilidad" de los adolescentes frente a un mal uso de la tecnología. Y aunque no pudo establecer esa relación causa-efecto entre malos hábitos tecnológicos del adolescente y los problemas de conducta asociados a la violencia intrafamiliar, sí observó "patrones consistentes de riesgo y conflicto" vinculados a ese mal uso.
De hecho, una importante mayoría de los adolescentes con medidas judiciales reconoció que las discusiones con sus padres por el teléfono móvil o los videojuegos fueron "detonantes" de las agresiones. Algo que ya apuntaba la literatura científica (12 de 16 trabajos) que asociaba de forma significativa esa relación entre TIC mal usada y VFP, sobre todo en los puntos en que los progenitores, desesperados, tratan de poner límites a sus hijos en el acceso a la tecnología.
Además, el 93% de los 72 familiares víctimas de VFP entrevistados sí establecen esa relación directa entre ambos elementos, y confirman los escenarios donde uno de cada cuatro adolescentes (26,35%) de entre 16 y 17 años reacciona violentamente.
En su análisis de qué herramientas evalúan este uso nocivo de la tecnología por los menores, la doctora encontró una "limitada disponibilidad" de instrumentos con evidencias suficientemente válidas (apenas tres escalas de las 224 revisadas). Y ninguna de las tres escalas empleadas (ERA-RSI, UPNT y CPV-Q-P) reflejaban esta relación TIC-VFP de manera holística, lo que refuerza su petición de más instrumentos actualizados y rigurosos sobre cómo impacta la tecnología en la dinámica familiar.
La investigadora también empezó a comprobar que, en esos escenarios de violencia filio-parental, la forma en que se percibe el uso problemático del teléfono o los videojuegos era importante. Al final, esa percepción es la que determina los hábitos de los menores con las pantallas debido, también, a la que tienen sus padres, que son quienes establecen los (escasos) métodos de prevención y control a los hijos que cometen VFP.
Además, de las entrevistas en El Laurel, González-Pérez aportó la necesidad de introducir la cuestión de género en la prevención: las chicas se enganchan más a las redes sociales (68% de las menores con medidas judiciales por VFP), y los chicos a los videojuegos (47%), lo que requiere "intervenciones adaptadas" a cada uno. Algo que concuerda con estudios previos, que señalan la búsqueda de validación social o la exposición a riesgos digitales como factores asociados a la dependencia tecnológica.
Después de preguntar a los familiares y profesionales del centro (trabajadores sociales y psicólogos que intervienen con los adolescentes y las familias), vieron que el 60% de los menores reconocía "no contar con normas en casa respecto al uso de las TIC". Y, al otro lado, veían a padres que en la inmensa mayoría de los casos se sentían "desbordados" ante la gestión tecnológica de sus hijos (85%).
El problema estaba cada vez más claro: padres con dificultades para regular el uso de redes sociales y videojuegos por parte de sus hijos. Lo que no tardaron en ver es que, ante esa desobediencia y deterioro de la convivencia familiar, evitar poner límites no puede ser una opción, máxime con el aumento de horas de pantalla desde la pandemia (los chavales superan las 9 horas diarias delante de una, hasta 11 a veces).
Una vez determinado el conflicto, y confirmado el uso inadecuado de las TIC como "factor de riesgo relevante" en la VFP, tocaba buscar la manera de confrontarlo, para combatir las consecuencias de este uso desmedido de teléfonos y plataformas. Desde el bajo rendimiento académico (presente en el 40% de los casos de VFP), las conductas agresivas por consumo de contenido violento (25%) o el mero incumplimiento de normas básica en el hogar, como ya apuntaban estudios previos.
La falta de regulación demostró ser especialmente importante a la hora de desencadenar esos patrones de uso exagerado de los dispositivos tecnológicos, que un día pasan de un conflicto menor a una reacción violenta por parte de los menores. Por ello la doctora González-Pérez señaló el camino a seguir: nuevas aproximaciones del impacto de la tecnología en la dinámica familiar y la violencia filio-parental.
Conviene desarrollar mejores instrumentos de evaluación integral sobre el uso de las TIC y la VFP, o hacer estudios longitudinales que analicen en profundidad las relaciones causales entre ambas. Y una de las claves está en plantear "estrategias preventivas más eficaces" y ajustadas a las necesidades de las familias y los menores. ¿Cómo? Con educomunicación.
Ella y sus directoras de tesis lo abordaron en el proyecto de innovación docente EduCom, que fue seleccionado en la V Convocatoria de Ayudas a Proyectos de Innovación Educativa de la universidad. La doctora González-Pérez presentó los resultados de este programa piloto de formación en educomunicación para docentes en la última edición de las jornadas JIUTE InnovaUDIMA. El objetivo: enseñar al alumnado a usar las tecnologías con criterio, reflexión y sin exponerse sin control en el ciberespacio.
Como explica la doctora: "EduCom busca promover la formación educomunicativa del profesorado de Educación Secundaria y Formación Profesional, dotándolos de herramientas y estrategias para desarrollar competencias, conductas y hábitos responsables en el uso del móvil por parte de sus estudiantes".
