Compromiso con la sociedad futura y una satisfacción incomparable: eso aguarda a los maestros en Educación Infantil

Lun, 11/12/2023

Tener la oportunidad de enseñar a los más pequeños no sólo permite moldear sus mentes, y con ellas la sociedad venidera, sino que también representa una trayectoria profesional gratificante y llena de significado. Se necesitan profesores empáticos, creativos y comprometidos con la Educación Infantil. De ellos depende en buena medida configurar una sociedad más educada, compasiva y equitativa. Un objetivo valioso con un efecto profundo y duradero en el tiempo. Para ello su sendero bien puede empezar con el Grado en Magisterio de Educación Infantil.

Redacción UDIMA Media

Las razones por las que este camino profesional es una elección enriquecedora y útil parten de un gran sentimiento de responsabilidad con el futuro. Los egresados de este Grado tendrán la oportunidad única de establecer los cimientos de aprendizaje y desarrollo de varias generaciones de niños. En esa base su papel como docente será crucial sobre todo para cultivar su curiosidad, estimular su imaginación y fomentar un amor duradero por el propio aprendizaje.

En ese rol de ejemplo a seguir, los profesores pueden inspirar los más pequeños para que un día alcancen su máximo potencial. Que lo tengan claro: su influencia como docentes puede ser el catalizador perfecto para que los chavales desarrollen confianza habilidades sociales sólidas y una base académica sólida, sentando así las bases para su éxito futuro.

Éxito que también puede ser propio, pues trabajar con niños es trabajar en un entorno lleno de energía positiva y entusiasmo contagioso, y da la oportunidad de aprender de ellos tanto como se les enseña. El aula de Educación Infantil no es ninguna broma, y desafía al profesor a ser creativo, adaptable tratando de comprender cuáles son realmente las necesidades emocionales y cognitivas que tiene una persona con menos de seis años. Trabajar con niños es hacerlo en un ambiente dinámico, que fomenta la adquisición de esas habilidades transferibles, y donde se pueden presenciar sus hitos y logrosa medida que crecen y aprenden; una sensación incomparable de logro y satisfacción personal.

Sin olvidar que con todo ello el profesional está sentando las bases de una sociedad futura: contribuye al desarrollo de las generaciones venideras. Su capacidad para nutrir a sus alumnos de amor por el aprendizaje ayudará a construir una base sólida para una sociedad mejor formada, respetuosa y equitativa. Casi nada.

Empáticos, pacientes, hábiles...

Según un análisis de la Fundación CYD, el 75,6% de los graduados en el ámbito de la Educación está dado de alta en la Seguridad Social (señala ÉxitoEducativo en este artículo); siendo cerca del 60% de los egresados en Educación Infantil. Es lógico que casi dos tercios de los egresados tengan empleabilidad asegurada; la oferta es amplia y variada: desde trabajar en entornos escolares hasta participar en programas comunitarios, educación especial, desarrollo de planes de estudio y más. Además, puede servir como trampolín para roles de liderazgo en el campo de la educación.

Los titulados en esta rama de la enseñanza profesional pueden desempeñar su papel, su visión de la educación, en escuelas, guarderías, centros de desarrollo infantil, programas comunitarios y de educación especial... Una gran diversidad que permite elegir un camino que se adapte a los intereses y habilidades de cada perfil. En todas ellas se desarrollan todas o varias habilidades pedagógicas y profesionales transferibles, esto es, aplicables a múltiples ámbitos y que se necesitan enseñar de igual manera.

Un buen profesor de Educación Infantil tiene que poseer una combinación única de cualidades para, no sólo enseñar, sino también comprender y atender esas necesidades (tan complejas a menudo de captar y satisfacer) que tienen sus pequeños alumnos:

  • Empatía. Ponerse en el lugar del otro siempre será un valor ético básico para la sociedad, y trabajando con niños (que requieren esa atención constante) se vuelve fundamental para fomentar un entorno de aprendizaje positivo y de apoyo. Hay que ponerse en sus zapatos a diario para comprender sus frustraciones y necesidades, y mantener la paciencia en situaciones desafiantes.
  • Creatividad. No podemos olvidar que la labor principal es ante todo educar, y la educación infantil requiere un enfoque creativo y flexible para adaptarse a su código, a sus necesidades. Un buen profesor crea actividades divertidas y educativas, que fomentan la exploración y el descubrimiento. Por ello deben aprender a ser flexibles; es crucial si quieren que todos los chicos y chicas (con sus diferentes estilos e incipientes personalidades) puedan aprovechar esas actividades de la forma más equitativa posible.
  • Comunicación. Algo básico en cualquier profesional, más todavía en el ámbito educativo, y quizás un poco más al tratarse de niños. Saber transmitir conceptos de forma accesible y comprensible tanto a los alumnos tanto a los infantes como a sus padres y colegas es vital para establecer una comunicación abierta y efectiva.
  • Paciencia. Muy ligada a la capacidad de comunicar bien. A menudo, saber afrontar el desafío que supone tratar con niños es otra de las claves del buen profesor. Mantener la calma y tener a mano técnicas para gestionar de forma positiva los comportamientos algo conflictivos y/o caóticos de los menores, permitirá al docente fomentar un ambiente tranquilo, de respeto y comprensión.
  • Compromiso. Es el telón de fondo, para todo cuanto hace el profesor cada vez que entra por la puerta del aula. Educar a las nuevas generaciones requiere un compromiso total por su correcto desarrollo. El docente que se precie de serlo deberá dedicar su tiempo a conseguir un espacio de aprendizaje seguro y estimulante para sus alumnos. Uno donde vean su enriquecimiento y que fomenta el crecimiento académico y emocional de los niños. Esto se consigue sólo con un compromiso sólido y una pasión genuina por enseñar y cuidar de los más pequeños.

Gestión y ejecución: la técnica educativa

Sabemos qué puntos clave se deben trabajar para ser un buen profesor, pero ¿en qué se traducen esas cualidades cuando hablamos del trabajo en el aula? Conocer bien el comportamiento y la psicología infantiles, y tener una correcta planificación y ejecución de actividades educativas son algunas ideas básicas de lo que tendrá que aportar el docente de Educación Infantil. Porque, no lo olvidemos, las personas sufren múltiples cambios físicos, cognitivos, lingüísticos, sociales y emocionales a edades tempranas.

Conocer y comprender bien estos hitos vitales es esencial para adaptar la estrategia educativa y el currículo que quiera aplicar el maestro a esas necesidades individuales de sus alumnos. Por ello también es importante estar familiarizado con los enfoques pedagógicos específicos de la educación con niños (Montessori, Reggio Emilia, y otras) que promueven la exploración, la autonomía y el aprendizaje activo del alumno. A su vez, entender el funcionamiento básico del desarrollo cognitivo infantil y sus teorías relacionadas será de gran ayuda para comprenderles, y saber qué necesitan y por qué se comportan de tal o cual manera en el centro educativo.

Así será mucho más sencillo planificar los contenidos que se vean en clase. En cualquier caso, el planteamiento siempre debe ser diseñar e implementar actividades que ayuden a los chicos a desarrollar sus habilidades motoras, cognitivas, lingüísticas y sociales de una manera apropiada para su edad. Esto implica tanto saber comunicar los contenidos como ser capaz de evaluar y hacer un seguimiento del progreso individual de los niños (académico, social y emocional), y proporcionar retroalimentación constructiva a los padres sobre el desarrollo de sus hijos.

Dominar estas habilidades técnicas específicas de la Educación Infantil es fundamental para proporcionar un entorno de aprendizaje efectivo y de apoyo que fomente el desarrollo integral y el bienestar de los niños pequeños; muchos serán quienes enseñen a la generación que vean nacer.